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miércoles, 22 de junio de 2011

Los que votamos damos el verdadero aval

A pocos días de las elecciones para alcaldes, gobernadores, concejales y diputados, los colombianos estamos escuchando con más fuerza la palabra aval. La Real Academia de la Lengua tiene esta definición para aval: “1. Escrito en que alguien responde de la conducta de otra persona, especialmente en materia política. 2. Firma que se pone al pie de una letra u otro documento de crédito, para responder de su pago en caso de no efectuarlo la persona principalmente obligada a él”

Si esto de los avales fuera tan real, muchos de los políticos que están en las cárceles colombianas estarían junto a quien les dio el aval, pues fue el que dijo que es una persona con todas las calidades y confiamos en él. Pero no, los políticos se “enloquecen” buscando el aval y los encargados de entregarlo se hacen los importantes y en el momento de un juicio o un conflicto, se hacen los de la vista gorda, con ellos ya no es ese asunto.

¿Quién dijo que unos pocos pueden decidir a quién dar el aval y quién será nuestro gobernante? Definitivamente en cuestiones políticas estamos muy mal, no solo en Colombia, sino en el mundo entero, sino que lo digan en Perú, que como dijo un ex presidente de esa nación, les tocaba escoger entre el Sida y el Cáncer, (Ollanta y Fujimori, no sé cuál era cual), ¿quién los dejó llegar al poder? ¿Quién dijo que eran dignos representantes de los peruanos? Ya nadie sabe o recuerda ese puntico, que será más insignificante cuando el nuevo presidente termine en la cárcel o con problemas serios con la Corte Penal Internacional por sus actuaciones.

Pero volvamos a Colombia, ojalá que quienes están pidiendo esos avales se estén haciendo un juicio de conciencia para saber si son o no los líderes que requiere el país.

Un caso típico es en Medellín, con el Partido de la U, (cada día más partido), quien recibió en su partido a una persona que venía de la cuna conservadora y que en los últimos años estaba haciendo una campaña pluripartidista con la firme intención de llegar a la alcaldía por el pueblo, por el elector primario, pero “alguien” le lavó el cerebro a este candidato y lo convenció que pidiera el aval de la U, primer error. Segundo error, este partido lo recibió y así empezaron 4 candidatos a luchar por ser el candidato único de la U a la alcaldía de Medellín.

Después, los “sabios de la U”, definieron que ya no eran 4, sino 2, que por foros y no sé que más actividades, estos señores decidieron que eran únicamente dos los candidatos que quedaban en la recta final.

Y un día se reunieron los dueños del aval y dijeron quién sería su candidato y uno de los argumentos para elegir a uno de ellos fue que el “elegido” siempre había hecho parte de la U, mientras que el otro no, pues venía de otra colectividad, pregunta: ¿Para qué lo recibieron si ya sabían ese argumento? ¿O fue una de las tantas jugadas maestras para sacar a un duro rival del camino? Vaya usted a saber.

Y colorín colorado, la novela de la U está llegando a su fin, pero no solo por este aval, sino por todo lo que está haciendo y la manera como lo manejan.

A los electores nos queda un as bajo la manga, votar por el mejor, así no sea el que queríamos desde un principio, pues “otros” decidieron que ellos no llegaran, pero esperemos que no nos pase como en Perú y que podamos elegir entre buenos, el mejor, porque así es que se hace democracia, con un pueblo en las urnas escogiendo a los mejores.

Ojalá que todos tengamos cabeza fría para las elecciones de octubre próximo y hagamos valer nuestro aval, el que verdaderamente sube o baja a los líderes que gobernarán nuestras ciudades y departamentos. Si quieren nuestro aval, que nos demuestren que son los mejores, sin importar la letra, el partido o movimiento político. De-Lógica. ¿O no?